jueves, 24 de abril de 2014

TEO NO SE ENTERA



“Teo es un niño simpático y divertido a quien le gustan mucho los animales y la naturaleza”. Esta viene a ser la presentación de Teo en su visita al zoo local. Para incondicionales, supongo; aunque a mí Teo siempre me pareció un niño entre repelente y megañoño, y sobre todo un perfecto ingenuo. Pues bien, y si tenía alguna duda, se me despeja tras saber que el muchachito no tiene mejores planes para el domingo por la mañana que acercarse al zoológico. Teo cree que los animales residentes son felices, unos suertudos que disfrutan del resort solo tras conseguir una plaza entre multitud de aspirantes, que mueren de viejecitos y que el Director, compungido por tan irreparable pérdida, se ocupa de que sus cenizas sean esparcidas por la tierra que vio nacer a sus antepasados: África, América, Oceanía… Teo debe de pensar sin duda bobadas de tal pelo, más si cabe tras la dominical visita junto a su hermano pequeño, invitados ambos por tía Rosa, otra que tal baila. Teo no se entera.

Como Teo, mucha gente sigue percibiendo los parques zoológicos como “paraísos para los animales”: el lugar soñado por leones, monos y flamencos. Hasta pueda que Marius –con sus facultades físicas y mentales intactas– llegara a pensar algo similar en su cabecita de jirafa adolescente. Pero ni tiempo tuvo el pobre de rectificar en sus creencias, desplomado desde las alturas tras el disparo de un trabajador del centro. ¿Sacrificio humanitario? Pues no, porque, como se ha apuntado, Marius estaba perfectamente sano. Pero cometió el error de no portar genes “demasiado originales”, y eso lo convertía en un ejemplar “sin interés para el programa de reproducción del que formaba parte”. “La gente tiene derecho a protestar. Pero, por supuesto, nos ha sorprendido”, declaraba Tobias Stenbaeck, portavoz del zoológico de la capital. Sin otras valoraciones periféricas, el sr. Stenbaeck me parece lo más parecido a un tontaina, en su estricta acepción moral. Porque hay que serlo para “sorprenderse” por las protestas de la gente ante tan  burda muerte. Mucho más después de conocer que el animal fue fríamente descuartizado ante el público que en esos momentos visitaba el recinto, numerosos niños incluidos numerosos niños incluidos. ¡En Copenhage! Los signos de admiración también son muestra de notable ingenuidad (la mía, en este caso), al creer que, traspasadas ciertas fronteras, se entra en una nueva dimensión. Seguro que hay importantes avances por aquellos lares respecto a estos, aunque conviene recordar igualmente que hablamos del mismo país cuyas autoridades se aferran a la pueril coartada cultural para defender la matanza anual de calderones.

Podría pensarse que la muerte de Marius entra de lleno en lo estadísticamente anecdótico. Pero la Coalición Infozoos cifra en varios miles los animales que son sacrificados cada año en los distintos zoológicos europeos, escalofriante guarismo que no desmiente la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA, por sus siglas en inglés). Según Infozoos, “se trata en la mayoría de los casos de pequeños mamíferos, por lo que no llaman tanto la atención como el caso de Marius. Pero desde un punto de vista ético estas muerte son por igual condenables”. Pues sí…

Teo, chaval, entérate: los zoos son cárceles de animales, centros sin interés alguno en la conservación de especies ni en el bienestar altruista de sus inquilinos, meros negocios donde impera la lógica comercial de la máxima rentabilidad con la mínima inversión, simples centros de operaciones que se intercambian material, y que eliminan material cuando la Junta Directiva considera que hay excedentes. Pero material y excedentes son en este caso vidas únicas e irrepetibles, como mismamente lo es la tuya. ¿Te preguntaste alguna vez si aquellos monos o aquellos leones eran de verdad los mismos que en tu anterior visita? ¿Hubieras seguido pensando lo mismo si la casualidad te hubiera atrapado de visita en el zoo de Copenhague durante la aparatosa muerte del gigantón con piel de terciopelo? Por eso ejecutaron a Marius: meramente para “hacer sitio” a otros reos.

[*] Escribí este artículo para eldiario.es, y concretamente para EL CABALLO DE NIETZSCHE, su flamante blog animalista: hasta donde yo sé, el primero de su naturaleza en un periódico de información general. ¡Enhorabuena a todas y cada una de sus promotoras!

abril de 2014

viernes, 4 de abril de 2014

 


ANIMALITOS


Confieso que es una suerte disponer de un rinconcito como este donde dejar a discreción pensamientos y reflexiones varias, porque me dio la vena melancólica. Y como mucho me temo que soy el “abuelete” del grupo, pues no me siento demasiado incómodo contando mis batallitas. A ello voy.

Llevo en esto de la defensa de los animales ya algunos meses: desde septiembre, más en concreto. (Se cuentan los meses por trescientos treinta, y me refiero a septiembre de 1986). Con lo que al menos puedo afirmar que he tenido oportunidad de apreciar cambios, algunos baladíes y otros bastante más que significativos. Se asociaba entonces esta ideología con lo más parecido a una tara mental de las gordas (quiero decir “de las graves”, entiéndase la expresión), reflejada icónicamente en la clásica viejecita persiguiendo con el bastón a pendencieros muchachos por haber chafado un parterre o echado a perder una nidada de gorriones. Quede claro que me parece cojonudo que las venerables ancianitas actúen de tan contundente manera, ojo. Pero supongo que ni era entonces justa dicha imagen, ni mucho menos lo es ahora.

Hablo de un tiempo en el que los comunicados de prensa se redactaban en máquinas de escribir “digitales” de la época, con la Junta Directiva en pleno rodeando al mecanógrafo y corrigiéndole cada frase, bien para mejorarla, bien para tocarle las narices. Consensuado el texto (tres o cuatro días más tarde), se acercaba uno o una a la copistería más cercana y encargaba veinte ejemplares, que luego habría de firmar el señor Presidente, y a los que el señor Secretario estamparía uno a uno el flamante y oficial sello. Introducidas las misivas en sendos sobres –presididos estos por el logo de la entidad– ya solo faltaba la distribución por periódicos y radios locales: labor del quinto Vocal (este ni señor). Todo a pata, por supuesto. En resumidas cuentas, que mandar un comunicado se nos ponía en una semanita. Naturalmente, nadie se hacía eco de la nota, pues para cuando la recibían en la mesa de redacción, como “noticia de última hora” aquello no tenía valor alguno.

¡Cómo ha cambiado el mundo, incluido el de la defensa de los animales! Hoy las cosas son muy diferentes a como eran entonces. En unos minutos redactas un texto, y en otro lo has mandado a medio planeta. En la actualidad, los medios recogen con merecida profusión muchas de nuestras acciones… ¡y hasta entrecomillan en sus crónicas segmentos del texto!: sin duda, el mayor logro por lo que a presencia mediática concierne. Incluso los periodistas más reaccionarios etiquetan hoy de animalistas a quienes participan de esta todavía adolescente ideología. Veamos en este detalle la botella medio llena, pues no es poca cosa que se desligue así en cierta medida al animalismo del conservacionismo.

Recuerdo, por ejemplo, que allá por los primeros noventa escribí un artículo de opinión para la incombustible sección de Cartas al Director. Lo titulé Animalistas, precisamente, y trataba de resumir en él la teoría y la práctica del entonces bisoño pensamiento. Ni me preocupé de saber si en efecto fue publicado. No obstante, me llevé una inmensa alegría cuando al poco leí en el diario más afamado de la ciudad un artículo en la citada sección donde alguien expresaba nuestra visión palabra por palabra y frase por frase. ¡Albricias! ¡No estábamos solos! ¡Había gente en nuestro entorno más inmediato con idénticas ideas! Quizá lo que menos nos agradó del artículo fue su título, cursi como él solo: Animalitos. Pero, al fin y al cabo, semejante detalle era lo de menos. Lo de más fue la cara de idiotas que se nos quedó a toda la Junta Directiva al comprobar que aquello estaba firmado por su autor: yo mismo. El inicial momento agriculce (en efecto, seguíamos más solos que la una) se tornó raudo en alegría comedida, por cuanto media ciudad lo estaría leyendo al tiempo que nosotros. Dimos por buena la hipótesis del Vicesecretario: el periodista debió de entender que la equivocación era nuestra (“Animalistas, qué término tan extraño”), y decidió hacernos un favor mutándolo por lo que él supuso queríamos decir en realidad: Animalitos.

Créanme: las cosas han cambiado, y no poco, en los últimos veintisiete años y medio. Sé de lo que escribo. Mas no pretendo con dicha percepción –personal e intransferible, al fin y al cabo– transmitir la idea de que debemos relajarnos, sino más bien la contraria: que el tesón y la paciencia no son precisamente malos aliados, y que con una dosis de cada cual, si no al fin del mundo (¿qué hace uno cuando llega a tan inhóspito lugar?, puede llegarse muy lejos. Y ahora les dejo, porque tengo que perseguir, cachaba en mano, a unos críos que corretean entre los parterres, frente a mi casa.

[*] Publiqué este artículo en la revista digital AllegraMag (sección BICHOS).

miércoles, 2 de abril de 2014


ESPERANDO A PATTY

Estábamos nerviosos como adolescentes en su primera cita. Y no porque hubiera dado comienzo una nueva primavera, menuda cursilada. El pasado sábado nos examinamos: vinieron a casa dos inspectoras de cierta asociación protectora para comprobar in situ nuestra idoneidad como tutores caninos (vulgo “dueños”). Mi mujer y un servidor hemos convivido con perros durante más de un cuarto de siglo ininterrumpido (salvando las dos semanas entre Arkupe y Koska). Ahora le toca el turno a Patty, un ser diminuto –chica– al que solo conocemos por fotos (lo más parecido a una cita a ciegas), y de la que sin embargo estamos ya perdidamente enamorados. Si pasa con los actores de cine, parece aún más lógico que suceda con quienes van a ser tus colegas de por vida.

Aunque por naturaleza somos gente aseada en lo personal y cuidadosa con nuestro modesto piso, le dimos para la ocasión una limpieza somera, para que las citadas inspectoras se llevasen la mejor impresión posible y nos avalen en la adopción de Patty. Porque esto, reconozcámoslo, ha avanzado que es una barbaridad –me refiero a la gestión de la protección animal–. Yo recuerdo que hace apenas unas décadas las cosas eran como más abruptas y deslavazadas. Hoy, para ser aspirante a “dueño” tienes que rellenar un señor formulario donde lo mismo te interpelan sobre dónde dormirá el animalito que sobre tus planes para las vacaciones del verano. Una vez enviado el documento, una persona te responde amablemente al correo, y te dice que, en calidad de candidato, tu petición será examinada en la correspondiente comisión evaluadora (¡seis miembros!), y que se comunicará el resultado a la mayor brevedad posible, para no hacer esperar a ninguna de las partes, en especial al bichín, que sin saberlo se encuentra en un momento crucial de su vida.

A mí me parece cojonudísimo que las cosas se hagan con este celo y profesionalidad, porque desalmados y tontos del culo hay en todas partes, y si acaso nosotros formásemos parte del club, pues perfecto que se nos niegue alto tan importante.

Cuentan en la red que Patty malvivía en la calle con un hermanito. Que se alimentaba sobre todo de pan, y que por ello estaba desnutrida en su primera visita al veterinario. Hace ya mucho que opté por dejar de intentar comprender determinadas mentes, entre ellas las de quienes permiten y aun fomentan la procreación de perros por puro capricho, porque se ha hecho siempre, o porque un vecino guay les soltó en el ascensor –en lugar de hablar del tiempo, como todo el mundo– aquello de “¡Mira a ver si tu perrilla tiene cachorros y me regalas uno!”. Y, claro, la perrilla tiene cachorros, porque uno es un caballero de palabra y hay que repartir muñequitos a toda la comunidad. Luego, la mitad de los que se apuntaron comienzan a silbar y a mirar para otro lado, y los cachorros se los lleva el primer desaprensivo al caserío o a la huerta y los condena a cadena perpetua, o se los ofrece a los sobrinos para que jueguen un par de tardes, no más, pues ya se sabe que los chavales de hoy se cansan enseguida de todo. Si acaso hay un mal gesto del animalito, agobiado por los chiquillos, se pone el grito en el cielo, se le cataloga como “perro peligroso” y se le tira a un pozo, o se le asesta un palo en la cabeza, que nadie se va a enterar de la desaparición de un chucho que de hecho no existía de manera oficial. ¡A esta gentuza la enviaba yo un trimestre a Bangladesh o a Etiopía, para que conociera de primera mano lo que significa ser un paria entre los parias! Creo de verdad que hay gente que solo a hostias aprende. Y muchos –si saben que tienen el pasaje de vuelta pagado– ni aun así.


Les dejo, porque tenemos que seguir limpiando el inminente hogar de Patty. ¡Ojalá pasemos el examen, y que todos nos disfrutemos!


28 de marzo de 2014


ETB: ENGULLIR RANAS FORMA PARTE DEL GUIÓN

Un entramado de tablas hace las veces de mesa para los comensales, y sobre ella varias cacerolas de barro, cubiertas. Enfrente, a una prudencial distancia y en disciplinado orden, dos grupos de personas vestidas con harapos de diseño esperan órdenes. Se trata de gente que intenta sobrevivir en medio de la selva sudamericana. El escenario resulta “premeditadamente informal”. El presentador, al más puro estilo macho alfa, ofrece las oportunas instrucciones para llevar a cabo la prueba:

“Aquel o aquella que designe el capitán deberá comerse vivos los animales que contenga el recipiente. ¡Suerte!”.

La cámara recoge muecas de repulsa, caritas de asco, pero nadie muestra especial desaprobación ni ética ni estética: forma parte del guión. A una de las concursantes le toca en suerte una rana de considerables dimensiones. Esta, una vez atrapada, patalea con desesperación tratando inútilmente de escapar. Nada extraño, por otra parte: el comportamiento que se espera de cualquier batracio en semejante tesitura. Pudiera decirse que también la pataleta forma parte del guión. La chica le asesta sin pensarlo varios contundentes mordiscos al tiempo que tira de su cuerpo, y acaba por engullir al mutilado animal con absoluta grosería. Se queja de que su víctima “tiene mucho hueso”, a lo que un compañero de aventura, por poner las cosas anatómicas en su sitio, añade: “No te preocupes, que es cartílago”. Arantxa no puede evitar un eructo, y el chiste fácil no se hace esperar: “Es la rana”. Otro concursante desmiembra impúdico una especie de nécora antes de tragársela a pedazos. Uno más descubre en su recipiente una escurridiza anguila, a la que descabeza a dentelladas tras ímprobos esfuerzos. Muestra después el valiente muchacho la prueba de tan insigne hazaña: su boca rezumando sangre.

Así relatado, bien pudiera parecer que la anterior escena corresponde a una peli gore de bajo presupuesto, o a la desquiciante trama de una novela urdida por mente perversa. Pero se trata de la más pura y dura realidad. Más en concreto, hablamos del programa El Conquistador del Fin del Mundo (El Conquis, para los amigos), orquestado por Euskal Telebista (ETB) y por tanto sufragado a escote con el erario vasco, detalle que agrava si cabe el hecho, pero que a las víctimas poco les importa, imagino.

En un capítulo anterior confinaron a dos peces en sendas pozas naturales y obligaron a las concursantes a matarlos a lanzazos. No había prisa por terminar la bacanal, y, con tal de que se cumpliera el guión, el presentador ordenó devolver a uno de los animales a la poza para que siguiera siendo alanceado. La escena termina con los peces heridos de muerte, coleando ya por puro protocolo y ahogándose impotentes fuera del agua. Ganó Arantxa, y perdimos todos. Pero el ansia de sangre de la productora no pareció quedar satisfecha, a tenor de los machetazos que asesta ante la gélida cámara otro participante a una serpiente que pasaba por allí, camino de su casa o dando un paseo matutino, eso ni lo sé ni me importa. Hasta una organización conservacionista lo denunció en los medios, manifestando su desazón porque les habían chafado en unos minutos la labor de años, inmersos como estaban en plena campaña de concienciación escolar para tratar de desterrar de la mente de los niños la absurda mala fama que “arrastran” los ofidios. Yo no entiendo mucho de serpientes, pero supongo que por fuerza ha de dolerles un machetazo en la cabeza, dotadas como están de un sistema nervioso centralizado, como lo estamos de hecho todos cuantos leemos estas líneas. ¿De verdad resulta tan difícil empatizar con quienes compartimos naturaleza vertebrada? Y quizá tenga su gracia lo de arrancar a mordiscos la carne de un cerdo abierto en canal –al menos tuvieron el detalle de que este estuviera muerto–, aunque muchos no conseguimos vérsela por ningún sitio. Será que nos manejamos con un sentido del humor diferente. O que nos hemos leído el Artículo 13.a de la Declaración Universal de los Derechos del Animal. Más allá de la agresión objetiva y gratuita a los animales, estaremos de acuerdo en que estos hechos en poco o nada favorecen la imagen de una comunidad política, la vasca en este caso.

He tomado como punto de partida un caso concreto, pero apenas es este un simple ejemplo del uso y abuso de ciertos animales que se prodiga en determinados programas de televisión: de manera burda en algunas ocasiones, más sutil en otras, pero siempre lesivos para ellos. Siendo así, debe tomarse también este texto como denuncia a todos esos espacios de la tele que recurren a la presencia de animales en el plató como mero atrezzo: tigres aterrorizados por el resplandor de los focos, perros temerosos de los aplausos, y no hablemos ya de los insectos y gusanos que servirán de “asquerosa comida” a concursantes ávidos de fama, por efímera y palurda que esta sea. Y hasta creo que merecería una muy seria reflexión el contenido de [supuestos] chistes y gracietas que desde luego no tienen en cuentan la terrible realidad de la que se nutren.


[*] Escribí este artículo para eldiario.es, y concretamente para EL CABALLO DE NIETZSCHE, su flamante blog animalista: hasta donde yo sé, el primero de su naturaleza en un periódico de información general. ¡Enhorabuena a todas y cada una de sus promotoras!


abril de 2014