lunes, 29 de diciembre de 2014

 


COMO QUEDAR ATRAPADOS EN MEDIO DE UN BOMBARDEO

 

Uno de los pocos recuerdos agradables que conservo de mi niñez es el olor a pólvora, asociado siempre a la traca que se quemaba cada tarde en una plaza céntrica de mi ciudad, con motivo de las fiestas patronales. Un enjambre de muchachitos inquietos nos agolpábamos en la trayectoria de la ristra por ver si atrapábamos alguno de los juguetes que de allí colgaban: cuchillos Arapahoes, machetes Sioux, penachos de plumas cherokees… Siempre supuse que el ayuntamiento tenía una especie de convenio comercial con las tribus indias americanas, pero es algo que nunca llegué a confirmar. Cosas de críos, supongo.

Sin embargo, hoy es el día que mantengo una más que pésima relación con toda suerte del citado material, sea este en forma de `inocentes´ petardos o de bombetas de inusitado calibre. Porque hay que reconocer que esto ha derivado en una locura colectica de difícil explicación. O acaso simplemente responda a la idiotez coral a la que nos apuntamos enseguida y sin preguntar. Yo no sé ustedes, pero un servidor recuerda que, no hace tanto, la llegada del Año Nuevo se celebraba –además de con el consabido espumoso y las malditas uvas– con el lanzamiento de una discreta cantidad de tracas y artilugios semejantes; durante media hora, no más; y luego la gente se dedicaba al condumio desaforado y a lanzarse pullitas entre familiares, lo clásico en Navidad. Pero de un tiempo a esta parte la cosa se ha desmadrado de tal forma que apenas entrada la última tarde del año ya se sufren a los pequeños dinamiteros haciendo uso por doquier de artefactos explosivos. Así, es habitual que a veces un poco hábil lanzador vea cómo algunos de sus deditos abandonan sin previo aviso la mano donde siempre estuvieron. Los medios dedican ya en sus primeras ediciones anuales un espacio específico a los “accidentes” de este pelo, que en ocasiones van mucho más allá de la pérdida de miembros menores para llegar al fallecimiento del protagonista. A tal punto que no son pocos los municipios españoles que se han visto obligados a regular e incluso prohibir el manejo de según qué material pirotécnico en señaladas fechas.

Con todo, no suelen mencionarse en las normativas a las víctimas animales (tanto domésticas como silvestres), que sufren no obstante la fiesta como un auténtico infierno. En efecto, se contempla ya como una hipótesis razonable el lanzamiento de bengalas en la muerte masiva de aves, cuyos cadáveres “llovieron” de forma misteriosa en algunas zonas urbanas de Estados Unidos coincidiendo con determinadas celebraciones. Y las dudas se disipan por completo en el caso de los animales domésticos, quienes viven a menudo dichas festividades como una experiencia por completo traumática. Hay casos en los que la familia ha optado por “emigrar” durante el tránsito de año a la cabaña del bosque, por evitar la pesadilla al Toby de turno, y de paso al clan entero. Porque, en palabras de un profesional, para ellos “Es como quedar atrapados en medio de un bombardeo”. Nos parecen descorazonadoras –con razón– las imágenes de niños perdidos en medio de conflictos bélicos, pero no es muy diferente el desasosiego de un perro huyendo hacia ninguna parte tras percibir el estruendo del bombazo. Por citar algunos ejemplos documentados de la ciudad donde vivo, diré que una perra conocida se lanzó desde el balcón desquiciada por el petardeo. Tuvo la suerte de rebotar en un toldo, y “solo” se fracturó una pata: coja de por vida. También Ona salió despavorida en plena madrugada de Año Nuevo, y nada supieron de ella hasta marzo, cuando apareció fotografiada en la prensa local con su nueva familia de acogida. Peor le fue a otro can, al que su familia estuvo buscando durante meses en diarias batidas por distintos barrios, sin resultado. Podemos imaginar lo que esta gente pasó y sigue pasando después de aquello. ¡Qué dolor y qué rabia por algo tan absurdo!

Hay que acabar con esta locura. Que quien tiene potestad para ello prohíba de una vez por todas el uso indiscriminado y general de material pirotécnico. Por el bien de todos. También de los humanos, pues ya me contarán qué gracia tiene que te explote un artefacto de los gordos debajo de casa en plena convalecencia quirúrgica, o que simplemente te machaquen los oídos hasta bien entrado el día. Por no hablar de la quema de contenedores, de automóviles aparcados, o incluso de edificios enteros…

Un colectivo animalista solicitó hace años al Síndico de Vitoria-Gasteiz que el Ayuntamiento restringiera de manera drástica el uso generalizado de material pirotécnico durante la Nochevieja, y la Recomendación fue contundente: con un cuarto de hora, suficiente. El consistorio tardó un par de años (y unas cuantas reuniones con los “pesados” animalistas) en tomar nota, pues las Recomendaciones no son vinculantes, sino meramente orientativas. Pero ya en las pasadas fiestas navideñas emitió un Bando al respecto, recogiendo nuestras reivindicaciones y la solicitud del propio Síndico; y, lo que es aún mejor: mencionando en el texto a los animales como uno de los colectivos afectados. Por supuesto que el Bando no tuvo la eficacia práctica deseada (¿quién controla a una horda de desquiciados en plena efervescencia etílica?), pero sin duda la tendrá de forma paulatina en venideras ocasiones. Pues esto, como todo, requiere de empeño y paciencia en sus correspondientes dosis.


[*] Escribí este artículo para la sección El caballo de Nietzsche, un blog animalista dentro de eldiario.es.


! diciembre 2014



viernes, 26 de diciembre de 2014

 


CELIA: ¡ADÓPTALO!

 


Salta Celia de contenta, sacudiéndose todavía el notición: ¡le ha tocado el Gordo de la Lotería! A ella y al resto de la familia, porque, al parecer, era costumbre de la casa repartir el mismo número desde la época de los abuelos. La fidelidad reparte al final justo premio. Es lo que tiene regentar una administración de lotería y que caiga ahí un porrón de pasta. ¡Santa bolita! Celia es veinteañera y ya millonaria. Se lo apunta la periodista, y ella no lo niega, embargada por la emoción como está.
–“Así, a bote pronto… ¿qué vas a hacer con el dinero?”.
–“¡Uf! Aún no lo sé… Seguro que un viaje a Nueva York… ¡Y a lo mejor comprarme un perro!”.


Celia, mujer… no lo compres. Adóptalo, ahora que estás forrada. Precisamente ahora, no lo compres.


Quizá conozcas los escalofriantes datos que con frecuencia nos ofrecen los medios de comunicación, pero, por si acaso, te los recuerdo: unos cien mil perros son abandonados en nuestro país al año, sin que la mayoría de ellos tenga la suerte de encontrar un hogar decente donde poder ser feliz y desarrollar todas sus capacidades emocionales, que son muchas. Es decir: se les niega esa segunda oportunidad que sin duda merecen, para aprender que no todos los humanos somos iguales. Al mismo tiempo, docenas de miles de perros son adquiridos en criaderos a precios astronómicos. En realidad, y tenidos en cuenta ambos escenarios, entiendo que pagar un solo euro sería ya desorbitado. Con toda seguridad has entendido lo que trato de transmitirte: mientras docenas de miles de seres inocentes han de ser sacrificados, otras tantas docenas de miles son adquiridos en criaderos profesionales (asumidos como simples negocios, donde el factor principal es la rentabilidad, qué si no). Hay algo aquí que no funciona como debiera. Si toda aquella persona que siente la necesidad de convivir con un animal lo adoptase de un albergue, el escenario sería muy distinto para ellos.

No lo compres, por favor. La adquisición de animales alimenta no solo un negocio carente de toda ética, sino que estimula la imagen de los animales como simples artículos de consumo. Lejos de ser así, los animales son amigos. Y estarás de acuerdo conmigo en que los amigos no se compran, sino que se ganan. Puedo asegurarte que jamás te arrepentirás de haber tomado la decisión que te sugiero. ¡Jamás!

En un párrafo anterior usé el término “suerte”, y lo subrayé. Hay una buena razón para ello. Tú, que has sido agraciada con la suerte de la lotería este año, por puro azar, y que has repartido a su vez esa suerte entre tus clientes, puedes decidir regalar la mayor suerte del mundo a un inocente: me refiero a una vida digna en una familia igual de digna. ¡Casi nada! No te costará encontrar páginas de entidades protectoras locales que ofrecen perros maravillosos. Lo que si te costará será decidirte por uno (o una), porque cuando se les mira a los ojos algo de ellos y ellas queda para siempre en nuestros corazones.


Estas Navidades han comenzado muy bien para ti. Ahora tienes la increíble oportunidad de hacerlas perfectas. ¡Adóptalo!



[*] Este artículo fue publicado en el magacín AllegraMag.


jueves, 18 de diciembre de 2014

 


¡PODEMOS SER PAPÁ NOEL PARA LOS ANIMALES SIN HOGAR!


Tal vez haya alguien entre quienes leen estas líneas que tenga pensado comprar un animal estas Navidades. Espero que, una vez leído el texto, haya decidido pensárselo dos o tres veces… ¡y cuánto mejor si se le ha quitado la idea de la cabeza!

Según las estadísticas, durante las pasadas fiestas navideñas se compraron como un cuarto de millón de animales, en su mayor parte de manera compulsiva. Las consecuencias que ello acarrea tanto a las víctimas directas como al medio ambiente es aún poco conocida para la opinión pública. Por lo que respecta al medio, han de tenerse en cuenta las llamadas especies exóticas (también conocidas como alóctonas); es decir, las que no son naturales de un lugar dado. En la práctica, podríamos estar hablando lo mismo de reptiles, que de roedores, anfibios o insectos, entre otras. Como todo negocio, el de las especies exóticas considera a los animales meros objetos de consumo, y por eso mismo no tendrá en cuenta sus intereses (necesidades): no importa si una parte del montante total muere si las cuentas finales cuadran. Por tanto, no nos engañemos: las ranas, las ardillas o los lagartos que se exhiben en los escaparates no son sino un ínfimo segmento del terrible expolio biológico. El resto murió porque no pudo soportar las condiciones de captura, confinamiento y traslado. Así de simple; así de espantoso.

Una vez en casa, lo habitual es que al comprador se le vaya pasando el subidón inicial, de tal suerte que ofrecerá a su invitado una cada vez menor atención. Lo que para amigos y familiares fue al principio un atractivo entretenimiento se acaba convirtiendo más pronto que tarde en algo tedioso y repetitivo. De hecho, una parte significativa de dichos animales acaba en el contenedor de basura, algunos aún vivos. Otras veces son liberados por sus dueños –acaso sin atisbo de mala fe– en un paraje local, sin tener ni idea de que, desde ese mismo momento, la administración les ha colocado ya la fea etiqueta de “invasores”. Podemos imaginar cuál será el futuro de esos animales inocentes. Al hilo de esto, conviene recordar que todos los ayuntamientos vascos (y con toda probabilidad los españoles) están obligados por ley a solicitar a las tiendas del ramo informes trimestrales que contengan datos como: entradas, salidas, origen de los animales e identificación de los compradores (Ley Vasca de Protección Animal 6/1993, Artículo 21). Si este punto se hiciera cumplir a rajatabla, tendríamos una herramienta ciertamente eficaz para gestionar el problema. Pero no se conoce ni un solo ayuntamiento que lo cumpla. Siendo así, podemos preguntarnos si acaso a estos les asiste algún derecho moral para eliminar a los [inocentes] animales. O si lo tienen para organizar pomposas jornadas que tratan el tema. Que cada cual se conteste.


En el caso de los animales de compañía, cabe destacar que solo merecen tal nombre perros y gatos, pues ambos han perdido ya el nicho ecológico a lo largo de su historia genealógica (o quizá sea más justo decir que “nosotros se la hemos arrebatado”). Pero, además, porque los perros y los gatos son nuestros amigos, o al menos así deberíamos considerarlos. ¡Y cualquiera sabe que los amigos no se venden! Si queremos conseguir un amigo humano, tenemos que tratar de ganárnoslo, ofreciéndole nuestra confianza y esperando lo mismo de él. Porque la amistad es un ejercicio basado en el afecto mutuo. ¿O no?

Cuando tratamos de animales, sin duda la mejor opción es adoptarlos. Son muchos los que nos esperan con las patas abiertas en los Centros de Acogida, y les haremos un enorme favor al ofrecerles una segunda (o enésima, según casos) oportunidad. Al fin y al cabo, aceptemos aquí también que se trata de un favor mutuo. Quien convive con un perro lo sabe bien: ellos no tienen dobleces, y aprenden rápido a agradecer el regalo. Estando las perreras (¡horrible nombre!) a rebosar de amigos, comprarlos no tiene sentido lógico alguno. Y menos aún sentido ético.

Dicho lo cual, desde entidades como ATEA sugerimos tres reflexiones básicas:

1 | Aceptemos que solo hemos de percibir como “animales de compañía (de familia)” a aquellos que carecen de un sitio en la naturaleza: esto es, gatos y perros. Dejemos vivir a los demás donde de verdad les corresponde, pues es lo que quisiéramos para nosotros mismos.

2 | En el caso de que decidamos convivir con una animal, jamás paguemos dinero por él, pues ello lo convierte en burdo artículo de consumo.

3 | Aumentemos la familia trayendo a casa estas Navidades un amigo peludo. Le haremos un inmenso favor al ofrecerle esa segunda oportunidad que sin duda merece.


¡Podemos ser Papá Noel para los animales sin hogar!


[*] Este artículo fue publicado en su versión original por el periódico BERRIA.


viernes, 12 de diciembre de 2014



ANIMALIEK ESKUBIDERIK OTE?


Datorren asteazkenean ospatzen da Animalien Eskubideeen Nazioarteko Eguna. Horrela esanda, oso gutxi erakarriko du, ideologia guztiek baitaukate ospakizun egun bat (batzuek, gehiago). Baina, datan ohartuz gero, ikusiko dugu abenduaren 10az ari garela. Bai: Giza Eskubideen Nazioarteko Eguna. Zergatik izaki talde desberdinen eskubideak aldarrikatu egun berean? Irakurleoi ez ezik, neure buruari ere egiten diot galdera. Eta, jakinda dudanez, joan den mendearen azken partean hartutako erabakia dugu. Argi dago proposamenak berak dakarrela nolabaiteko probokazioa; baina, horrela balitz, probokazio didaktikotzat hartu beharko litzateke, ene ustez. Normalean kontuan hartzen ez dugun errealitate bat erakutsi nahi digulako: geu ere animaliak garela. Askoren gustukoa ez den arren, halaxe da: animaliak gara, etengabe eta ehuneko ehunean. Ez dago landare jaiotzen den eta txakur (edo gizaki) zendu egiten denik. Ez eta «bakarrik asteburuetan» animalia denik ere. Azpimarra dezagun arestian esandakoa: animalia jaiotzen dena (garena), betiko eta oso.

Gaiaren ardatza ezagututa (benetan?), onartu beharko dugu animaliei buruz ari garenean gizakiak ez diren animaliei buruz dihardugula. Gu geu beste edozein bezain animaliak baikara, gutxienez ikuspuntu biologiko batetik azterturik. Baina artikulu honek animaliek (gizon-emakumeez kanpokoek) eskubiderik daukaten argitzea du helburu. Akaso galdera zuzen batek erantzun zuzena behar luke, bai. Baina esparru filosofiko batean mugitzen garen heinean, onar dezagun auzi orok dakarkigula ondorengo galdera: zergatik eskubideak animalientzat? Neuk era xume batez erantzungo nuke: haientzat onak direlako. Eta ausartuko nintzateke esatera, geuretzat ere bai.

Eskubide bat tresna morala besterik ez da. Baina xehetasun bat gehi genezake: justizia (norberari dagokiona eman) banatzeko tresna morala. Nolakoak gure beharrak (interesak), halakoak gure eskubideak. Izan ere, eskubidea da justizia banatzeko inoiz aurkitutako tresnarik eraginkorrena, zalantzarik gabe (edo oso zalantza gutxiz, behintzat).

Beste gauza bat da zer-nolako eskubideak edukitzea merezi duen bakoitzak (animalia edo gizakia den). Alde horretatik, azpimarratu behar da norberak eskertuko duela estimatua duen hori guztia bermatzeko gai den eskubidea. Erabat zentzugabea litzateke Euskadiko edozein herritarrek Orinokoko ibaialdean bizitzeko eskubidea eskatzea, horrek haren oinarrizko interesak betetzen ez dituelako. Baina zentzu garbi eta osoa luke horrexek yanomamo batentzat. Beraz, eskubide jakin bat arrazoizkoa den jorratzen dugunean, arrazoizko galdera honako hau izan liteke: zer-nolako eskubidea eta norentzat den. Auziaren mamitik iheska saiatzen ari garela ematen badu ere, ez da horrela. Ez eta gutxiagorik ere!

Orain arte hemen utzitako hausnarketak kontuan edukita (zertarako utzi, bestela?), ekin diezaiogun adibide praktiko bati. Zer-nolako eskubidea(k) izan behar ditu katu batek? Urtero hilabeteko oporraldia edukitzekoa? Ez! Katu bati berdin diolako honelako eskubidea edukitzeak ala ez. Udal hauteskundeetan bozkatzekoa? Ezta ere! Katu bati berdin diolako bozkatzeak ala ez. Inork [arrazoirik gabeko] ostikada bat ez ematekoa? Horixe bai interesgarria harentzat! Haren osotasun fisikoa (ezer baliagarriagorik?) bermatzen duelako.

Laburbilduz: [gizakiak ez diren] animaliek eskubideak dituzte. Arrazoizko eskubideak; gizakionak arrazoizkoak izan behar duten era berean. Eta oraindik ez edukitzekotan, eman beharko genizkieke ahalik eta azkarren. Haientzat opari paregabea delako. Eta geure izaera etikoari zor diogulako.


[*] Iritzi-artikulu hau BERRIA egunkariarentzat idatzi nuen.


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