BLACKFISH
–Oficina
del Sheriff, dígame…
–¡Necesitamos
que venga alguien al parque acuático! ¡Una ballena se ha comido a la
entrenadora!
“Impactante y mordaz”; “Fascinante”; “Obligatoria”.
Son algunos de los calificativos que la prensa ha dedicado a este documental
que en breve podrá verse en algunos de nuestros cines.
Trata de orcas en
cautividad. Sí, las famosas “ballenas asesinas”, una triste etiqueta que solo
la especie más asesina del planeta podría endosarles. Gabriela Cowperthwaite, la
directora, reúne en la cinta imágenes sobrecogedoras y entrevistas con fuerte
carga emotiva que exploran la extraordinaria naturaleza de estas criaturas y el
trato que reciben en los parques acuáticos. También la poco conocida vida de
sus adiestradores y las terribles presiones que ejerce sobre ellos la industria
del entretenimiento. En definitiva, Blackfish
nos invita a reflexionar sobre la relación que “perpetramos” con nuestro
entorno, y de paso nos muestra lo poco que los humanos hemos aprendido de los
animales en general. Quizá por ello los seguimos encarcelando para sacar de
ellos apenas una patética foto que colocar en nuestro álbum.
–Tenían
avionetas, lanchas rápidas… les lanzaban bombas… Pero no era la primera vez que
las cazaban… ellas se acordaban… sabían que iban a por las crías.
Verano de 2010. Dawn
Brancheau, una reconocida entrenadora del parque SeaWorld de Orlando (Florida, EEUU), muere atacada por la orca
Tilikum. Millones de personas ven la luctuosa noticia en los informativos. También
Gabriela, quien se pregunta por qué un animal tan inteligente ataca a su “amiga”,
la mano que le da de comer. Se supone que eso es algo que no debería ocurrir
jamás, pues en dichos lugares los animales viven felices y los adiestradores
están seguros. Pero hay algo en toda esta lógica que no casa. La documentalista
trató de entender esa historia no tanto como una activista, sino como una madre
que lleva a sus hijos al SeaWorld, o
incluso como una profesional que no puede dejar los hechos tal cual sin
intentar ir más allá en lo ocurrido. Ella lo explica de la siguiente y gráfica
manera: “Durante dos años fuimos
bombardeados por hechos aterradores, informes de autopsias, declaraciones
sollozantes y animales infelices. Pero según avanzaba el trabajo sabía que
teníamos la oportunidad de desenredar algunas cosas que habían quedado por
aclarar a lo largo del camino, y todo lo que tenía que hacer era contar la
verdad”.
–Si
ustedes pasaran veinticinco años en una bañera, ¿no estarían enfadados,
molestos… quizá “un poco” psicóticos?
La licitud moral del
uso de animales en diversas formas de entretenimiento –confinadas las víctimas
en los clásicos circos o en los parques acuáticos– está siendo seriamente
cuestionado. A pesar de su rudo sobrenombre, las imponentes orcas son animales amistosos
y pacientes. Pero la paciencia tiene un límite, y en ocasiones el esclavo
estalla y se revela. ¿Tenemos entonces autoridad moral para “condenar” un
comportamiento que bien podríamos calificar de “legítima defensa”? ¿Es de hecho
moralmente defendible la captura y el cautiverio perpetuo de seres que
necesitan grandes espacios, establecer lazos familiares, huir de sus
perseguidores y perseguir a sus presas?
Califican a Blackfish como “uno de los mejores documentales del año”, y con toda probabilidad
aciertan. Más si tenemos en cuenta su talante crítico y a la vez constructivo.
Imprescindible para cualquier videoteca animalista y en general como material
didáctico. Harás bien en verla.
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