PALOMAS, PALOMITAS…
Las aves generan sentimientos contradictorios en los
seres humanos. Por un lado, recurrimos a ellas a través de metáforas e incluso
las convertimos en iconos a la hora de transmitir algunos de los valores que
más apreciamos, como la libertad o la paz. Por otro, las aniquilamos en masa a
través ciertas prácticas deportivas, o las sometemos a la más cruel de las
esclavitudes para obtener algunos de sus “productos”. Ello no es sino una clara
muestra del desequilibrio moral con que la comunidad humana percibe a los
animales con los que comparte planeta. En efecto, mientras
algunas especies gozan de la protección legal y la estima general de la
sociedad, no mostramos hacia otras el más elemental respeto, por lo que las reducimos
a simples objetos de consumo en multitud de campos. Por lo que a las aves
respecta, un ejemplo que ilustra de forma dramática esta realidad lo
encontramos en las palomas urbanas, consideradas auténtica “peste” por las
administraciones y aun por muchos ciudadanos.
Cada año, cientos de
miles de palomas urbanas son capturadas y
exterminadas por los ayuntamientos españoles. En realidad, y aunque
la razón oficial sea la del “control poblacional”, todo apunta a que se trata
de una medida irracional, que a medio plazo no soluciona nada, dado que a los
pocos meses del descaste la densidad de aves recupera su nivel. Muchas de estas
políticas parten de estudios obsoletos (a veces confeccionados décadas atrás),
que no tienen en cuenta factores como el ratio
entre hembras y machos, o el porcentaje de animales enfermos. La actuación
municipal se limita a matar varios miles y punto; y lo hace capturando sin
demasiados miramientos a las víctimas, para luego gasearlas por grupos en
dependencias municipales.
Toda esta locura se pone
en marcha por las denuncias de los vecinos (de unos muy concretos, que además
son los mismos que se quejan por otras muchas situaciones (¿quejicas
patológicos?), molestos por la suciedad que los animales generan… ¡como si
precisamente los humanos pudiéramos presumir de ser una especie pulcra! Resulta difícil no ver
en esta actuación municipal una especie de “tributo político” a ese pequeño
sector ciudadano quisquilloso con casi todo. De esta forma, las
administraciones locales se blindan ante la ciudadanía con el argumento
simplista de “nosotros ya hemos hecho lo que estaba en nuestras manos; no nos
exijan más”.
Algunas urbes ya han
probado sistemas no traumáticos para el control de aves con suficiente éxito,
mientras que en nuestro ámbito geográfico se siguen obviando estas y otras
iniciativas humanitarias. Todo ello convierte a la eliminación física de
palomas en un crimen execrable.
Pero hay un aspecto especialmente preocupante si de doble
moral hablamos, pues mientras las perseguimos con saña inusitada, continuamos
recurriendo a ellas como símbolo de concordia y de buenos deseos en actos
reivindicativos, y las “liberamos” emocionados de las cajas donde han pasado
horas apretujadas, sin siquiera pensar que también ellas merecerían ser
destinatarias de nuestra consideración, y que por lo tanto deberíamos dejarlas
en paz y tratar de resolver los conflictos entre humanos por nuestra cuenta y
riesgo, sin necesidad de involucrar a terceros.
Es poco conocido el
hecho de que las palomas se emparejan de por vida (son, en efecto, monógamas),
y que, en consecuencia, la muerte de uno de los miembros deja en estado de
viudedad al otro. Sí, descojónense si eso les relaja, pero la pérdida de
la pareja sentimental es una putada para todo el mundo, y no solo para los humanos.
Quién sabe si los ancianos que las alimentan en parques y plazas lo saben por
experiencia propia y hay en su comportamiento algo de emociones no contadas…
Conozco gente que curó
en su momento una paloma herida y acabó formando parte de la familia durante
más de veinte años. Gente que las libera de las jaulas
destinadas a la cámara de gas. Gente que devolvió al pichón desubicado a su
cornisa y vio cómo durante semanas los padres lo alimentaron con primor y
dedicación, hasta que echó el vuelo. Gente que se organiza y las defiende.
No albergo duda alguna sobre el hecho de que el crimen
que cometemos con las palomas urbanas es por completo desproporcionado, un
castigo del todo injusto por una cagadita en la chaqueta. Aunque sea el día de
tu boda.
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