ETB: ENGULLIR RANAS FORMA PARTE DEL GUIÓN
Un entramado de tablas hace las veces de mesa para los comensales, y sobre ella varias cacerolas de barro, cubiertas. Enfrente, a una prudencial distancia y en disciplinado orden, dos grupos de personas vestidas con harapos de diseño esperan órdenes. Se trata de gente que intenta sobrevivir en medio de la selva sudamericana. El escenario resulta “premeditadamente informal”. El presentador, al más puro estilo macho alfa, ofrece las oportunas instrucciones para llevar a cabo la prueba:
“Aquel o
aquella que designe el capitán deberá comerse vivos los animales que contenga
el recipiente. ¡Suerte!”.
La cámara
recoge muecas de repulsa, caritas de asco, pero nadie muestra especial
desaprobación ni ética ni estética: forma parte del guión. A una de las concursantes
le toca en suerte una rana de considerables dimensiones. Esta, una vez
atrapada, patalea con desesperación tratando inútilmente de escapar. Nada
extraño, por otra parte: el comportamiento que se espera de cualquier batracio
en semejante tesitura. Pudiera decirse que también la pataleta forma parte del
guión. La chica le asesta sin pensarlo varios contundentes mordiscos al tiempo
que tira de su cuerpo, y acaba por engullir al mutilado animal con absoluta
grosería. Se queja de que su víctima “tiene
mucho hueso”, a lo que un compañero de aventura, por poner las cosas
anatómicas en su sitio, añade: “No te
preocupes, que es cartílago”. Arantxa no puede evitar un eructo, y el
chiste fácil no se hace esperar: “Es la
rana”. Otro concursante desmiembra impúdico una especie de nécora antes de
tragársela a pedazos. Uno más descubre en su recipiente una escurridiza anguila,
a la que descabeza a dentelladas tras ímprobos esfuerzos. Muestra después el
valiente muchacho la prueba de tan insigne hazaña: su boca rezumando sangre.
Así relatado, bien pudiera parecer que la anterior escena corresponde a
una peli gore de bajo presupuesto, o
a la desquiciante trama de una novela urdida por mente perversa. Pero se trata
de la más pura y dura realidad. Más en concreto, hablamos del programa El Conquistador del Fin del Mundo (El Conquis, para los amigos), orquestado
por Euskal Telebista (ETB) y por tanto sufragado a escote con el erario vasco, detalle
que agrava si cabe el hecho, pero que a las víctimas poco les importa, imagino.
En un
capítulo anterior confinaron a dos peces en sendas pozas naturales y obligaron
a las concursantes a matarlos a lanzazos. No había prisa por terminar la bacanal,
y, con tal de que se cumpliera el guión, el presentador ordenó devolver a uno de
los animales a la poza para que siguiera siendo alanceado. La
escena termina con los peces heridos
de muerte, coleando ya por puro protocolo y ahogándose impotentes fuera del
agua. Ganó Arantxa, y perdimos todos. Pero el ansia de sangre de la productora
no pareció quedar satisfecha, a tenor de los machetazos que asesta ante la gélida
cámara otro participante a una
serpiente que pasaba por allí, camino de su casa o dando un paseo matutino, eso ni lo sé ni me
importa. Hasta una organización conservacionista lo
denunció en los medios, manifestando
su desazón porque les habían chafado en unos minutos la labor de años, inmersos
como estaban en plena campaña de concienciación escolar para tratar de
desterrar de la mente de los niños la absurda mala fama que “arrastran” los
ofidios. Yo no entiendo mucho de
serpientes, pero supongo que por fuerza ha de dolerles un machetazo en la
cabeza, dotadas como están de un sistema nervioso centralizado, como lo estamos
de hecho todos cuantos leemos estas líneas. ¿De verdad resulta tan difícil
empatizar con quienes compartimos naturaleza vertebrada? Y quizá tenga su gracia lo de arrancar
a mordiscos la carne de un cerdo abierto en canal –al menos tuvieron el detalle de
que este estuviera muerto–, aunque muchos no conseguimos vérsela por ningún sitio.
Será que nos manejamos con un sentido del humor diferente. O que nos hemos leído
el Artículo 13.a de la Declaración
Universal de los Derechos del Animal. Más allá de la agresión
objetiva y gratuita a los animales, estaremos de acuerdo en que estos hechos en
poco o nada favorecen la imagen de una comunidad política, la vasca en este
caso.
He tomado como punto de partida un caso concreto, pero
apenas es este un simple ejemplo del uso y abuso de ciertos animales que se
prodiga en determinados programas de televisión: de manera burda en algunas ocasiones,
más sutil en otras, pero siempre lesivos para ellos. Siendo así, debe tomarse también este texto como denuncia a todos esos
espacios de la tele que recurren a la presencia de animales en el plató como
mero atrezzo: tigres aterrorizados
por el resplandor de los focos, perros temerosos de los aplausos, y no hablemos
ya de los insectos y gusanos que servirán de “asquerosa comida” a concursantes
ávidos de fama, por efímera y palurda que esta sea. Y hasta creo que merecería
una muy seria reflexión el contenido de [supuestos] chistes y gracietas que
desde luego no tienen en cuentan la terrible realidad de la que se nutren.
[*] Escribí este artículo para eldiario.es, y
concretamente para EL CABALLO DE
NIETZSCHE, su flamante blog animalista: hasta donde yo sé, el primero
de su naturaleza en un periódico de información general. ¡Enhorabuena a todas y
cada una de sus promotoras!
abril de 2014
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