CELIA: ¡ADÓPTALO!
Salta Celia de contenta, sacudiéndose todavía el notición: ¡le ha tocado el
Gordo de la Lotería! A ella y al
resto de la familia, porque, al parecer, era costumbre de la casa repartir el
mismo número desde la época de los abuelos. La fidelidad reparte al final justo
premio. Es lo que tiene regentar una administración de lotería y que caiga ahí
un porrón de pasta. ¡Santa bolita! Celia es veinteañera y ya millonaria. Se lo
apunta la periodista, y ella no lo niega, embargada por la emoción como está.
–“Así, a
bote pronto… ¿qué vas a hacer con el dinero?”.
–“¡Uf! Aún no lo sé… Seguro que un viaje a Nueva
York… ¡Y a lo mejor comprarme un perro!”.
Celia, mujer… no lo
compres. Adóptalo, ahora que estás forrada. Precisamente ahora, no lo compres.
Quizá conozcas los escalofriantes datos que con frecuencia nos ofrecen los
medios de comunicación, pero, por si acaso, te los recuerdo: unos cien mil perros son abandonados en
nuestro país al año, sin que la mayoría de ellos tenga la suerte de
encontrar un hogar decente donde poder ser feliz y desarrollar todas sus
capacidades emocionales, que son muchas. Es decir: se les niega esa segunda
oportunidad que sin duda merecen, para aprender que no todos los humanos somos
iguales. Al mismo tiempo, docenas de miles de perros son adquiridos en
criaderos a precios astronómicos. En realidad, y tenidos en cuenta ambos
escenarios, entiendo que pagar un solo euro sería ya desorbitado. Con toda
seguridad has entendido lo que trato de transmitirte: mientras docenas de miles
de seres inocentes han de ser sacrificados, otras tantas docenas de miles son
adquiridos en criaderos profesionales (asumidos como simples negocios, donde el
factor principal es la rentabilidad, qué si no). Hay algo aquí que no funciona como debiera. Si toda aquella persona
que siente la necesidad de convivir con un animal lo adoptase de un albergue,
el escenario sería muy distinto para ellos.
No lo compres, por favor.
La adquisición de animales alimenta no solo un negocio carente de toda ética,
sino que estimula la imagen de los animales como simples artículos de consumo.
Lejos de ser así, los animales son amigos. Y estarás de acuerdo conmigo en que
los amigos no se compran, sino que se ganan. Puedo asegurarte que jamás te
arrepentirás de haber tomado la decisión que te sugiero. ¡Jamás!
En un párrafo anterior usé el término “suerte”, y lo subrayé. Hay una buena
razón para ello. Tú, que has sido agraciada con la suerte de la lotería este año, por puro azar, y que has
repartido a su vez esa suerte
entre tus clientes, puedes decidir regalar la mayor suerte del mundo a un inocente: me refiero a una vida digna
en una familia igual de digna. ¡Casi nada! No
te costará encontrar páginas de entidades protectoras locales que ofrecen
perros maravillosos. Lo que si te costará será decidirte por uno (o una),
porque cuando se les mira a los ojos algo de ellos y ellas queda para siempre
en nuestros corazones.
Estas Navidades han
comenzado muy bien para ti. Ahora tienes la increíble oportunidad de hacerlas perfectas.
¡Adóptalo!
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