POR SUS CACAS LES
CONOCERÉIS
Los operarios descienden del coche oficial, abren
el portón trasero, se enfundan los guantes de látex y recogen el equipo. Apenas
unos segundos después obtienen la primera muestra: una cagarruta (se supone que
de chucho local, pues si es foráneo o de especie no canina, de nada sirve). Con
gesto contrariado, retiran el zurullo en una bolsa individual, en cuya etiqueta
externa apuntan algo, y continúan con la recolección. Con un par de docenas de
“setas” a buen recaudo, regresan al vehículo y devuelven el kit a la cabina posterior. Pasan por el
laboratorio antes de continuar la ronda, pues no es cuestión de llevar la
“cosecha” encima durante el resto de la jornada, y esperan que su jefe les
destine a mejores misiones.
La escena
se desarrolla en Xàtiva (Alicante), donde las autoridades locales decidieron acabar
por la brava –a golpe de Ordenanza–
con la muy insana costumbre de dejar las deposiciones caninas tal que ahí, donde
su legítimo (e inconsciente) dueño decidió aliviarse. El tema no es baladí,
tenida en cuenta la importante demografía perruna de nuestros pueblos y
ciudades. En tal sentido, me encuentro entre los convencidos de que una
significativa mayoría recoge de forma preceptiva los restos orgánicos de su
amigo y los deposita en la papelera más cercana. Pero es que aun siendo mínimo el
porcentaje de guarretes, la cosa resulta insoportable. Porque una décima parte
de mierda es un buen montón de mierda, reconozcámoslo. De mil evacuadores –a
dos por jornada–, son doscientas deposiciones que nadie quisiera no ya en el
pasillo de su casa, sino meramente frente al portal del edificio.
La presencia de “material escatológico sólido” se
ha visto reducido a la cuarta parte en la localidad. Lo cual apoya la vieja
teoría de que no hay nada como que nos amenacen con meternos la mano al
bolsillo para que adquiramos de súbito un comportamiento cívico hasta entonces
desconocido. ¡Ya nos vale!
Manifiesta
ufano a la prensa el Concejal de Seguridad Ciudadana que ”La
responsabilidad de tener una mascota significa tener que cuidarla en casa y
también en la calle. Porque hay personas que no tienen mascota, y no tienen por
qué soportar sus excrementos”. Habla el edil como si de un
especialista en “perros que cagan en la
calle con dueños que no lo recogen” se tratase. Vamos a ver… Que yo sepa, al
perrillo se la trae al pairo que recojas el mondongo o que lo dejes allí como muestra
de arte perecedero. Parece claro que se trata de una cuestión de urbanidad, de
higiene, de civismo… Pero quede también claro que con recogerlo no cuidas más a
las “mascotas”, sino a tus conciudadanos, quienes, por cierto, lo merecen como
los que más. Mejor si nos aclaramos con
los conceptos y hasta con las ideas, porque de lo contrario esto es un lío. Por otro
lado, señor concejal, piense que eso no tiene necesidad de aguantarlo nadie,
con independencia de que tenga “mascota” o no. La urbanidad es la urbanidad, convivas
con un chucho mil-leches o con tu tío
del pueblo. Es como si el mismo concejal adujera en defensa de una campaña
municipal contra las pintadas que “Hay personas que no hacen grafiti, y no tienen por qué soportar
que otros ensucien las paredes”. En fin…
Esta
noticia me suscita al menos dos reflexiones. En primer lugar, me pregunto qué
razones puede aducir alguien para, tras ver a su tutelado husmear frenético,
elegir espacio, encorvar el lomo y soltar el regalito, dejarlo allí. ¡Con un
par! Ni
aunque fuera un fanático del abono natural tendría justificación, pues los
fanatismos, como tales, no deben afectar a la comunidad toda, particularmente
si la comunidad toda está de acuerdo en que eso es una cochinada sí o sí.
40.000 euros de inversión. “Y si hace falta invertir más, lo haremos”, añadía. No es moco de
pavo la cifra. Y me hago ahora, de
sopetón, la segunda reflexión: ¿cuánto habrá gastado el citado Ayuntamiento en
campañas antiabandono; cuántas serán las multas impuestas por maltrato animal
en la localidad; qué partida presupuestaria destinará a subvencionar la labor
de los colectivos proteccionistas locales (que al fin y al cabo hacen una labor
que correspondería en pura lógica a las diferentes administraciones)? Me
apuesto algo a que poco o nada. Esta es la desvergüenza de quienes nos
gobiernan: que no acaban de distinguir entre lo importante y lo esencial. Que
muestran ante las cámaras su verdadero nivel intelectual y ético, sin dobleces
ni perifollos.
Así nos va…
[*] Escribí
este artículo para la sección BICHOS, del
magacín digital AllegraMag.
! enero 2015
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