LOBOS VASCOS SÍ, POR
DERECHO PROPIO
El lobo
debe aparecer “por derecho propio” en el Catálogo
Vasco de Especies Amenazadas. Es lo que 24 organizaciones solicitaron
formalmente al Gobierno de Gasteiz hace unos días, avalada la petición por un
completo informe técnico. La solicitud establece un hito doble. Por un lado, es la
primera vez que entidades “civiles” dan el paso para la inclusión de una
especie en dicho catálogo (pues hasta ahora siempre habían sido las distintas
administraciones competentes). La otra es el alto número de apoyos recibidos. Entre otras cosas, ello significa que el
Ejecutivo deberá ofrecer una respuesta argumentada (ratificada por su
correspondiente informe), y no limitarse a un mero “sí” o “no”.
Varias veces
se interpeló al Gobierno sobre las razones para la ausencia de una especie tan
emblemática como el lobo (en calidad de gran predador, ocupa él solito la
cúspide de la famosa pirámide trófica). Primero argumentaron
para su negativa que “El lobo no cría en
Euskadi”. Se comprobó que sí lo hacía. (Y, además, otras especies tampoco
sacaban a su familia adelante en suelo vascongado, lo cual no les impedía aparecer
ahí). Volatilizada la primera excusa, se argumentó luego que la especie “Goza de buena salud en el resto del Estado”.
Este era el caso, en efecto, de un buen puñado de otras especies, todas en la
lista. Ahora ya no saben que responder, y prefieren dejar pasar el tiempo, por
ver si los ecologistas y animalistas se olvidan del tema. Pero va a ser que no.
Las razones
para la solicitud se muestran contundentes, y pasan por que la especie cumple
todos y cada uno de los requisitos exigidos para su incorporación inmediata; o
que, de seguir esta dinámica, la situación será por completo irreversible. Y
por “dinámica” hemos de entender en este contexto la persecución sin tregua a
todo lobo que ose pisar Euskadi. Tenga o no pareja; tenga o no cachorros; tenga
o no culpa. Añadamos que la “culpa” del lobo pasa por la necesidad de condumio,
como todo hijo de vecino, solo que a ellos se les pone a pedir de boca una
estantería repleta a la que ninguno renunciaríamos llegado el caso. Hablo de una ganadería
en muchos casos “de fin de semana”, pues se dejan los animales a su suerte
hasta que el sábado sabadete al dueño se le ocurre hacer una escapadita al
monte a comprobar si sus posesiones continúan intactas. Mejor si lo decimos clarito: ¡esto ni es pastoreo ni es nada!
Conste que, en calidad de animalista, no lloraré el día que desaparezca el último
pastor. Creo que ha de establecerse cuanto antes otra forma de relación entre
humanos y animales, muy distinta a la explotación y al sacrificio sistemático
en plena juventud. Pero bajo por un momento los pies al suelo para el caso que
nos ocupa, y manifiesto mi coraje ante la afectada indignación de según qué
urbanitas esnobs cuando les tocan su hacienda, mientras ellos se ponen hasta el
culo de chuletones en la sidrería más cercana.
Aunque ya lo dejé escrito en otras partes, no está de más recordar aquí que, si de intereses se
trata, los lobos también los tienen, ya me contarán ustedes si no. Y de
bastante mayor calado que otros actores del escenario. Porque digo yo que mayor
será el interés en sobrevivir que en el de sacarse unos cuartos extra, o
incluso en perder una ínfima parte del patrimonio.
Me entero de que en Alemania, por ejemplo, la
administración correspondiente “induce” a los ganaderos afectados por la
entrada de lobos desde Polonia a “reconvertir” su actividad en cierto grado:
dedicación exclusiva, protocolo de avistamiento y comunicación de ejemplares…
Si al año se comprueba que no ha cumplido su parte del pacto, se le retiran de
inmediato las posibles compensaciones económicas.
En el apartado de las paradojas, baste recordar
que algunas especies “problemáticas” e incluso ocasionalmente homicidas (el
Tigre de Bengala en la India) gozan de una estricta protección legal, mientras
que los lobos vascos (“solo” ganadocidas,
y en grado mínimo) siguen desamparados y en un permanente punto de mira.
El lobo
forma parte de nuestra cultura, de nuestra iconografía, de nuestros cuentos. El
“lobo malo” no existe. No al menos en mayor grado que el “hombre malo”. Hagamos
que comience a formar parte también de nuestra ética.
( febrero 2015
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