LA NIÑA DE BESCANSA
Se hizo
famosa en su momento “la niña de Rajoy”, que, pobrecita mía, ni existía, siendo
como era una metáfora [cursi] para la ocasión. Y, por el contrario, está
pasando desapercibida otra niña, esta de carne y hueso, paseada en brazos de su
madre por arengas mitineras y ruedas de prensa revolucionarias. La niña no lo es tanto, pues
aparenta talludita, a pesar de lo cual siempre se la ve en brazos de mamá
política. A mí, como si se echa al hombro el sofá rinconero de la sala de
estar; cosa suya. Pero no puedo por menos que dejar aquí una reflexión al
respecto. Me refiero al exhibicionismo
que ciertas personas hacen de su prole –o al menos así me lo parece a mí–,
sabedoras de que casi nadie va a osar cuestionarlas. Menos aún habiéndose
convertido en “políticamente correcto” llevarse a la criatura al escaño, para
que levante la manita al unísono que mami
(o papi, aunque estos casos se
observan más escasos; todo llegará). A estas alturas del artículo, es
seguro que algunos y algunas ya me habrán colocado la consabida etiqueta de
“facha”; o la de “fascista”, que ahora se lleva mucho así que oses aflojar el
puño en alto. Es lo que hay; y, la verdad sea dicha, a un servidor le afecta
más bien poco. Me consta que hay por ahí quien tiene por cierto que, siendo
vasco y barbudo, se es por defecto de la eta.
Aquí todo está inventado.
Viaja la
niña de Bescansa encantada de la vida en brazos de mamá, o saltanto de regazo
en regazo de sus correligionarios (los de la madre), mientras tito Pablo ofrece
al entregado auditorio lo que este quiere oír, traído el aplauso encendido y
empaquetado de casa. ¡Comodísimo!
Oí en
cierta ocasión hablar de los niños tesoro,
refriéndose el hablante a esos locos bajitos que se las saben todas para
conseguir lo que quieren, fruslerías o no, y se las arreglan igual de bien para
hacerse los longuis con aquello que
no les interesa: asumir responsabilidades, el respeto por los demás… Sí, me
refiero a esos que aprenden raudos sus derechos
y remolonean con sus obligaciones;
que las tienen, por muy enanos que sean. Definiciones algo más estrictas los
tildan de pequeños dictadores. Siendo
el diagnóstico dado por expertos en la materia, no seré yo quien les enmiende
la plana. Y pensarán, con cierto juicio, qué relación pueda existir entre
cierto perfil psicológico infantil y la niña de Bescansa. Es muy probable que
ninguno.
¿Tiene derecho la mencionada ciudadana a llevar a su niña a donde
le plazca? ¡Todo! ¿Conculca algún derecho fundamental ajeno haciéndolo? No, que
se sepa. Mas se niega la entrada en la
mayoría de espacios cerrados al perrillo mejor educado del mundo, mientras se
abren las puertas de par en par a una horda de críos gritones e hiperactivos, a
los que encima hay que mostrar la mejor de las sonrisas, a riesgo de que seas
–de nuevo– tildado de facha y fascista. Es lo que tiene pensar:
que exige una muy generosa espalda donde colgar tan gruesas etiquetas.
Termino. Si
a los pequeños a quienes se lleva con frecuencia al zoo como pasatiempo dominguero acaban por considerar a los animales
enjaulados y sometidos al régimen humano como “el orden natural de las cosas”,
me pregunto si acaso no supondrán un caso similar al frecuentar ciertas
escenografías ideológicas.
( febrero 2015
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