viernes, 26 de diciembre de 2014

 


CELIA: ¡ADÓPTALO!

 


Salta Celia de contenta, sacudiéndose todavía el notición: ¡le ha tocado el Gordo de la Lotería! A ella y al resto de la familia, porque, al parecer, era costumbre de la casa repartir el mismo número desde la época de los abuelos. La fidelidad reparte al final justo premio. Es lo que tiene regentar una administración de lotería y que caiga ahí un porrón de pasta. ¡Santa bolita! Celia es veinteañera y ya millonaria. Se lo apunta la periodista, y ella no lo niega, embargada por la emoción como está.
–“Así, a bote pronto… ¿qué vas a hacer con el dinero?”.
–“¡Uf! Aún no lo sé… Seguro que un viaje a Nueva York… ¡Y a lo mejor comprarme un perro!”.


Celia, mujer… no lo compres. Adóptalo, ahora que estás forrada. Precisamente ahora, no lo compres.


Quizá conozcas los escalofriantes datos que con frecuencia nos ofrecen los medios de comunicación, pero, por si acaso, te los recuerdo: unos cien mil perros son abandonados en nuestro país al año, sin que la mayoría de ellos tenga la suerte de encontrar un hogar decente donde poder ser feliz y desarrollar todas sus capacidades emocionales, que son muchas. Es decir: se les niega esa segunda oportunidad que sin duda merecen, para aprender que no todos los humanos somos iguales. Al mismo tiempo, docenas de miles de perros son adquiridos en criaderos a precios astronómicos. En realidad, y tenidos en cuenta ambos escenarios, entiendo que pagar un solo euro sería ya desorbitado. Con toda seguridad has entendido lo que trato de transmitirte: mientras docenas de miles de seres inocentes han de ser sacrificados, otras tantas docenas de miles son adquiridos en criaderos profesionales (asumidos como simples negocios, donde el factor principal es la rentabilidad, qué si no). Hay algo aquí que no funciona como debiera. Si toda aquella persona que siente la necesidad de convivir con un animal lo adoptase de un albergue, el escenario sería muy distinto para ellos.

No lo compres, por favor. La adquisición de animales alimenta no solo un negocio carente de toda ética, sino que estimula la imagen de los animales como simples artículos de consumo. Lejos de ser así, los animales son amigos. Y estarás de acuerdo conmigo en que los amigos no se compran, sino que se ganan. Puedo asegurarte que jamás te arrepentirás de haber tomado la decisión que te sugiero. ¡Jamás!

En un párrafo anterior usé el término “suerte”, y lo subrayé. Hay una buena razón para ello. Tú, que has sido agraciada con la suerte de la lotería este año, por puro azar, y que has repartido a su vez esa suerte entre tus clientes, puedes decidir regalar la mayor suerte del mundo a un inocente: me refiero a una vida digna en una familia igual de digna. ¡Casi nada! No te costará encontrar páginas de entidades protectoras locales que ofrecen perros maravillosos. Lo que si te costará será decidirte por uno (o una), porque cuando se les mira a los ojos algo de ellos y ellas queda para siempre en nuestros corazones.


Estas Navidades han comenzado muy bien para ti. Ahora tienes la increíble oportunidad de hacerlas perfectas. ¡Adóptalo!



[*] Este artículo fue publicado en el magacín AllegraMag.


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