viernes, 27 de febrero de 2015


LA NIÑA DE BESCANSA

 

Se hizo famosa en su momento “la niña de Rajoy”, que, pobrecita mía, ni existía, siendo como era una metáfora [cursi] para la ocasión. Y, por el contrario, está pasando desapercibida otra niña, esta de carne y hueso, paseada en brazos de su madre por arengas mitineras y ruedas de prensa revolucionarias. La niña no lo es tanto, pues aparenta talludita, a pesar de lo cual siempre se la ve en brazos de mamá política. A mí, como si se echa al hombro el sofá rinconero de la sala de estar; cosa suya. Pero no puedo por menos que dejar aquí una reflexión al respecto. Me refiero al exhibicionismo que ciertas personas hacen de su prole –o al menos así me lo parece a mí–, sabedoras de que casi nadie va a osar cuestionarlas. Menos aún habiéndose convertido en “políticamente correcto” llevarse a la criatura al escaño, para que levante la manita al unísono que mami (o papi, aunque estos casos se observan más escasos; todo llegará). A estas alturas del artículo, es seguro que algunos y algunas ya me habrán colocado la consabida etiqueta de “facha”; o la de “fascista”, que ahora se lleva mucho así que oses aflojar el puño en alto. Es lo que hay; y, la verdad sea dicha, a un servidor le afecta más bien poco. Me consta que hay por ahí quien tiene por cierto que, siendo vasco y barbudo, se es por defecto de la eta. Aquí todo está inventado.

Viaja la niña de Bescansa encantada de la vida en brazos de mamá, o saltanto de regazo en regazo de sus correligionarios (los de la madre), mientras tito Pablo ofrece al entregado auditorio lo que este quiere oír, traído el aplauso encendido y empaquetado de casa. ¡Comodísimo!

Oí en cierta ocasión hablar de los niños tesoro, refriéndose el hablante a esos locos bajitos que se las saben todas para conseguir lo que quieren, fruslerías o no, y se las arreglan igual de bien para hacerse los longuis con aquello que no les interesa: asumir responsabilidades, el respeto por los demás… Sí, me refiero a esos que aprenden raudos sus derechos y remolonean con sus obligaciones; que las tienen, por muy enanos que sean. Definiciones algo más estrictas los tildan de pequeños dictadores. Siendo el diagnóstico dado por expertos en la materia, no seré yo quien les enmiende la plana. Y pensarán, con cierto juicio, qué relación pueda existir entre cierto perfil psicológico infantil y la niña de Bescansa. Es muy probable que ninguno.

¿Tiene derecho la mencionada ciudadana a llevar a su niña a donde le plazca? ¡Todo! ¿Conculca algún derecho fundamental ajeno haciéndolo? No, que se sepa. Mas se niega la entrada en la mayoría de espacios cerrados al perrillo mejor educado del mundo, mientras se abren las puertas de par en par a una horda de críos gritones e hiperactivos, a los que encima hay que mostrar la mejor de las sonrisas, a riesgo de que seas –de nuevo– tildado de facha y fascista. Es lo que tiene pensar: que exige una muy generosa espalda donde colgar tan gruesas etiquetas.

Termino. Si a los pequeños a quienes se lleva con frecuencia al zoo como pasatiempo dominguero acaban por considerar a los animales enjaulados y sometidos al régimen humano como “el orden natural de las cosas”, me pregunto si acaso no supondrán un caso similar al frecuentar ciertas escenografías ideológicas.


[*] Escribí este artículo para el magacín digital AllegraMag.


( febrero 2015


viernes, 20 de febrero de 2015

 

HUMORES

 


Dicen que “el humor es la sal de la vida”. Y será verdad, aceptada la frase como paquete. Pero recuérdese que lo mismo que la sal potencia el sabor de los alimentos, escuece en la herida.

Se define formalmente el humor como “El modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico o ridículo de las cosas”. Hay quien lo presenta como la única alternativa al pesimismo: “Reír para no llorar”. Y quien lo justifica a partir de la misma naturaleza humana: “El hombre sufre tan terriblemente el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. En el fondo, el humor trata de rescatar a la gente de la infelicidad, de los traumas vitales.

Humores hay como colores: para todos los gustos. Siendo tan inmenso el escenario, procede clasificarlos en clases (según el soporte comunicativo, por ejemplo: verbal, gráfico, escénico…), géneros, subgéneros y subgéneros de subgéneros. Así, está el humor negro (o blanco), el humor satírico, el humor absurdo… ¡y hasta el humor humorístico! Pero hay un humor igualmente clasificable, aunque de muy difícil etiquetaje. Lo llamaré aquí “humor criminal”, por evitar otros calificativos que, aunque ásperos, le harían sin duda mayor justicia.

Por cuanto al género del humor verbal –por mucho reconocimiento que merezca el ingenio del autor o autora–, supongo que tiene poquita gracia aquello de que “Ana Frank ostenta el record mundial del juego del escondite”; o que, “En su momento, Hacienda denunció a Ortega Lara por no declarar su segunda vivienda”; o el convencimiento de una chica adolescente (afectada de Síndrome de Down) a la que “no le baja la regla porque tiene un retraso”. ¡Acojonante (que no descojonante)!

Lo mismo pasa con el humor escénico que se exhibe durante los carnavales. A través de él podemos ver los ya clásicos disfraces de enfermeras peludas, agentes de policía megamaricas, o a los pingüinos que sobraron de aquella carroza ochentera, y que aún deambulan –ya desagrupados– por calles y plazas en tales fechas. Y luego siempre hay quien, con un sentido del humor como recién salido del esfínter, se disfraza de Bin Laden, de exhibicionista pedófilo o de francotirador. Para gustos. Y para ascos.

Lo último en este particular y vomitivo género lo hemos podido ver en Mataró (Barcelona), donde algunos graciosetes se disfrazaron de guardia urbano con maceta en la cabeza, en clara emulación al policía local que quedó parapléjico tras recibir el impacto de un objeto contundente (se supone que un tiesto relleno) lanzado desde una azotea durante unos incidentes callejeros en febrero de 2006. Y yo, que soy bastante rarito, prefiero descender a los hechos cotidianos antes que quedarme en la crónica periodística, e imagino el proceso que necesariamente tuvieron que pasar estos muchachos para acabar saliendo a la calle de esa guisa, y encima hacerse fotos sonriendo a la cámara. Me refiero a que, en un momento dado, alguien tuvo que sugerir la idea al grupo, sin que, al parecer, nadie osara mostrar un gesto amargo; alguien tuvo que asistir a las sucesivas reuniones para consensuar detalles: traje completo, maceta, flores, pegamento, papelillo con signo de interrogación… Estos tipos tuvieron que quedar más de una tarde para desempaquetar, unir y montar elementos, todo entre risas y guasas, que para eso son las fiestas. Y también desde mi calidad de “rarito” me surgen preguntas: ¿nadie les afeó la conducta en la vía pública?; ¿de verdad empeora el hecho si se es hijo de un político en activo?; ¿tuvieron que explicar a algún despistado la razón de su disfraz?

Trata ahora su defensa jurídica de justificar tamaño despropósito, aduciendo que, en realidad, quisieron con ello escenificar la duda que se expande sobre el Caso 4F; que su coral disfraz era en realidad poco menos que un “acto reivindicativo” contra la injusticia. Ya… A este paso, acabaremos oyendo al abogado de turno defender a su representado, violador convicto y confeso, manifestando que no dispone de recursos económicos para pagarse sus vicios. Al tiempo.


[*] Escribí este artículo para el magacín digital AllegraMag.


( febrero 2015


domingo, 15 de febrero de 2015

 


LOBOS VASCOS SÍ, POR DERECHO PROPIO

 



El lobo debe aparecer “por derecho propio” en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. Es lo que 24 organizaciones solicitaron formalmente al Gobierno de Gasteiz hace unos días, avalada la petición por un completo informe técnico. La solicitud establece un hito doble. Por un lado, es la primera vez que entidades “civiles” dan el paso para la inclusión de una especie en dicho catálogo (pues hasta ahora siempre habían sido las distintas administraciones competentes). La otra es el alto número de apoyos recibidos. Entre otras cosas, ello significa que el Ejecutivo deberá ofrecer una respuesta argumentada (ratificada por su correspondiente informe), y no limitarse a un mero “sí” o “no”.
Varias veces se interpeló al Gobierno sobre las razones para la ausencia de una especie tan emblemática como el lobo (en calidad de gran predador, ocupa él solito la cúspide de la famosa pirámide trófica). Primero argumentaron para su negativa que “El lobo no cría en Euskadi”. Se comprobó que sí lo hacía. (Y, además, otras especies tampoco sacaban a su familia adelante en suelo vascongado, lo cual no les impedía aparecer ahí). Volatilizada la primera excusa, se argumentó luego que la especie “Goza de buena salud en el resto del Estado”. Este era el caso, en efecto, de un buen puñado de otras especies, todas en la lista. Ahora ya no saben que responder, y prefieren dejar pasar el tiempo, por ver si los ecologistas y animalistas se olvidan del tema. Pero va a ser que no.

Las razones para la solicitud se muestran contundentes, y pasan por que la especie cumple todos y cada uno de los requisitos exigidos para su incorporación inmediata; o que, de seguir esta dinámica, la situación será por completo irreversible. Y por “dinámica” hemos de entender en este contexto la persecución sin tregua a todo lobo que ose pisar Euskadi. Tenga o no pareja; tenga o no cachorros; tenga o no culpa. Añadamos que la “culpa” del lobo pasa por la necesidad de condumio, como todo hijo de vecino, solo que a ellos se les pone a pedir de boca una estantería repleta a la que ninguno renunciaríamos llegado el caso. Hablo de una ganadería en muchos casos “de fin de semana”, pues se dejan los animales a su suerte hasta que el sábado sabadete al dueño se le ocurre hacer una escapadita al monte a comprobar si sus posesiones continúan intactas. Mejor si lo decimos clarito: ¡esto ni es pastoreo ni es nada! Conste que, en calidad de animalista, no lloraré el día que desaparezca el último pastor. Creo que ha de establecerse cuanto antes otra forma de relación entre humanos y animales, muy distinta a la explotación y al sacrificio sistemático en plena juventud. Pero bajo por un momento los pies al suelo para el caso que nos ocupa, y manifiesto mi coraje ante la afectada indignación de según qué urbanitas esnobs cuando les tocan su hacienda, mientras ellos se ponen hasta el culo de chuletones en la sidrería más cercana.

Aunque ya lo dejé escrito en otras partes, no está de más recordar aquí que, si de intereses se trata, los lobos también los tienen, ya me contarán ustedes si no. Y de bastante mayor calado que otros actores del escenario. Porque digo yo que mayor será el interés en sobrevivir que en el de sacarse unos cuartos extra, o incluso en perder una ínfima parte del patrimonio.
Me entero de que en Alemania, por ejemplo, la administración correspondiente “induce” a los ganaderos afectados por la entrada de lobos desde Polonia a “reconvertir” su actividad en cierto grado: dedicación exclusiva, protocolo de avistamiento y comunicación de ejemplares… Si al año se comprueba que no ha cumplido su parte del pacto, se le retiran de inmediato las posibles compensaciones económicas.
En el apartado de las paradojas, baste recordar que algunas especies “problemáticas” e incluso ocasionalmente homicidas (el Tigre de Bengala en la India) gozan de una estricta protección legal, mientras que los lobos vascos (“solo” ganadocidas, y en grado mínimo) siguen desamparados y en un permanente punto de mira.


El lobo forma parte de nuestra cultura, de nuestra iconografía, de nuestros cuentos. El “lobo malo” no existe. No al menos en mayor grado que el “hombre malo”. Hagamos que comience a formar parte también de nuestra ética.


[*] Escribí este artículo para la sección BICHOS, del magacín digital AllegraMag.



(   febrero 2015